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POR EDER CARRIZALES
Hoy me senté a conversar con mi corazón, que hace mucho tiempo no hablaba con él; me sorprendió como lo encontré, estaba tan triste y confundido, entonces me senté a su lado y le pregunté cuál era el motivo de tanto llanto.
Se secó las lágrimas y me dijo el nombre de esa persona, y lo tanto que la ha llegado a querer porque ella le devolvió la paz que ya hace mucho no tenía.
Entonces mi corazón se pone de pie y me susurra al oído unas palabras que hasta la fecha siguen clavadas en mi mente: “jamás te enamores de una mujer de gran belleza, porque la menos pensada es la dueña de tu corazón”.
Eso me hizo pensar y antes de meterse de nuevo a mi cuerpo sus últimas palabras fueron: “tú y yo somos uno mismo y esa mujer es nuestro destino, así que ya no caigamos en el delirio y sigamos con ella nuestro camino”.
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