martes, 10 de enero de 2012

El sonido del autoempleo

Por EDUARDO SANTOS
Son las 12 del mediodía y aún no se junta el dinero suficiente para el desayuno.
Un tambor que toca el mismo sonsonete es la única fuente de ingresos para un oaxaqueño de 88 años, aventurero, buscador de una mejor vida.
Su esposa lo acompaña y pasa entre los transeúntes de las calles Aldama y Xicoténcatl en busca de esa moneda que hace la diferencia entre ayunar y desayunar.
Si pasare un curioso en busca de una imagen, la fotografía se le cobrará en 50 pesos.
“Nosotros somos pobres y todavía no desayunamos, no sacamos nada a veces por el frío, a veces por el calor”, argumenta la mujer de 80 años, con el sombrero de las monedas tendido al frente, en espera de una moneda.
La situación no es nada fácil para la pareja de ancianos, son 14 años de vivir en Saltillo, sin trabajo; él es un hombre mayor y no lo contratan en ninguna parte y ella, desde pequeña aprendió que la mujer es la ayuda idónea del esposo y debe ir con él a donde sea.
Ambos son originarios de Oaxaca, llegaron a la Capital del Sarape, donde encontraron una forma de sobrevivir.
Una presentación de amigos no es posible, ella se niega a dar su nombre por desconfianza, prefiere darse la vuelta y seguir con su trabajo.
El traje típico de un matlachín y el sonido de aquel tamborcito llaman la atención a las personas que pasan por esas calles del centro de la Ciudad.
Las monedas caen en un sombrero de mimbre que siempre luce vacío ante las almas caritativas, pues es la forma en la que más fácil se mueven a la misericordia. 
(Nota de archivo publicada en el periódico "10 Minutos" / Año: 2007)
 

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