miércoles, 6 de octubre de 2010

Dilema espacial



POR YURIDIA PACHECO

Una tarde soleada, una chica estaba sentada en la cima de una gigantesca loma, contemplando la ciudad, el viento soplaba con intensidad por la altura en la que estaba.

Con la mirada perdida en el horizonte, recordando su pasado, su pubertad, la pobre chica sentía que todo su mundo se iba en picada, sentía confusión, su mente estaba hecha un lío y su corazón sentía que estaba dividido en dos partes, quizás en tres.

No sabía ni en qué dirección dirigirse, sentía hundirse en un profundo de un mar de ideas, un gélido escalofrío recorre su cuerpo, haciéndola recordar lo sola que está en esos momentos.

Una desesperación invadía su alma, una gran confusión surgía desde lo más profundo de su ser, su vida se desmoronaba, se quebraba en pedazos, gente susurrándole a su oído, lo que tiene, lo que es bueno y lo que es malo hacer, harta de esos susurros, sólo puede ahogar su llanto, su ira , su desesperación en su interior, causándose a si misma una gran pena un gran dolor que no puede sacar.

Los susurros se vuelven cada vez más y más fuertes, más insistentes, delirantes, sombríos, aterradores, atormentadores. Con unas ganas enormes de salir huyendo de ese lugar, de ese mundo tan vil y cruel.

Que alguien salve mi vida, que alguien me ayude a escapar de este abismo interminable, pedía agritos aquella chica en aquella colina. Buscando quién es, esa chica pasaba las horas tratando de escapar de sus problemas cada día sentada en esa colina, se preguntaba si había un lugar mejor, un lugar sin miedos, un lugar sin morbo, un lugar donde poder estar completamente feliz sin que nadie ni nada se interponga en tus decisiones, en su forma de pensar, de vivir, de sentir.

Solos estamos , queremos ahogar nuestras penas en falsas letras de canciones , canciones sin sentido pero con todo el sentimiento a flor de piel, ganas de odiar a todos, ganas de salir corriendo, ganas de gritar “¡Ya basta!” al cielo y que ese grito desgarrador lo escuche alguien que tienda la mano , una mano suave y desnuda que toque la mejilla y haga sentir mejor, que con un solo rose de su piel con la de ella sea algo que la tranquilice y le diga que todo estará mejor de aquí en adelante.

Cabezas sin rostro, sonrisas falsas, corazones rotos, sueños atados a listones y soltados al aire, caminos sin fin, un sábado por la tarde caminando sin rumbo, mirando a lo lejos a la gente pasar, sentir sin pensar, actuar sin pensar, hasta hablar sin pensar, decir estupidez y media y que la gente reaccione como robots, intentar salir de la rutina, falso, casi nunca alguien lo logra, volar por los aires , soñar , reír, dormirse en una nube de algodón , cosas superficiales que uno por lo general sueña, piensa, quiere, desea. Esa chica, sólo sabe que está confundida, que quiere salir de todo, alejarse, o que todo sea un poco más sencillo que de costumbre.

Quiere tomar una decisión , tres personas involucradas , dos chicas y un chico. ¿Qué hacer? ¿Deseos de morir? ¿ Deseos de estallar en mil pedazos? ¿Deseos que alguien te de un rait y te lleve lo más lejos posible?

Una estrella con cabello chino, otra con el cabello liso, algo que una vez estuvieron conectados y que ahora están separados por fuerza mayor, ahora solo se limitan a chocar entre si, dejar sus trozos por doquier , aura maligna ronda sus cabezas, una cosa que las une, ¿amor? ¿confusión? Un sentimiento, une a esas estrellas, mientras un pequeño asteroide solo se queda a observar las cosas desde lejos, al igual que la pequeña basura cual de sus tres compañeros escoger, se encuentra en un dilema, un dilema espacial.

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